Esta semana nos hemos sacado el master IKEA por la Universidad de San Francisco. 3 visitas en una semana y 7 carritos al completo más algunos bultos extra que ni siquiera éramos capaces de meter en carrito.
3 días 4 horas en el IKEA han puesto a prueba nuestra salud mental y nuestro estómago. Desde la movida de las albóndigas de carne de caballo en Europa ya no soy capaz de mirarlas con buenos ojos así que le doy a las costillas barbacoa y el crispy chicken.
Montarlo está siendo (si, todavía no hemos acabado) un infierno y eso que tengo que admitir que sigue pareciéndome espectacular lo bien embalado que está, lo sencillo que es montarlo y lo bien que están las instrucciones. Está llevándome mucho tiempo y eso que sigo las instrucciones y lo montamos todo entre dos personas, yo poniendo tornillos y Diego quitándolos. Menos mal que el último día decidí hacer una de las mejores inversiones de mi vida y comprarme un destornillador eléctrico (también en IKEA, para que esforzarnos más).
Ya casi tenemos media casa montada y podemos sentarnos en el sofá y ver la tele que no tenemos (ni tele ni suscripción al cable). Me dió por hacerle la gracia a Diego y preguntarle que le parecía lo que echaban en la tele cuando estábamos sentados en el sofá y ahora no para de preguntarme para que le cuente historias mientras miramos juntos a la pared.
No me puedo creer que no nos hayan dado una Tarjeta VIP (o al menos la receta secreta de las albóndigas) después de nuestra inversión de tiempo y dinero. Estos suecos son unos ratas.
Si tenéis cualquier duda de AyQuiA no dudéis en preguntarnos, podríamos seguir toda la ruta por los pasillos con los ojos cerrados e incluso empezamos a saber pronunciar los nombres de los muebles llenos de jotas y efes.